Luis Martin Cabiedes, CFA

Miembro de CFA Society Spain y CEO de Cabiedes & Partners «Hay muchísimo inversor aficionado que pretende ser emprendedor, y eso es un desastre» Cuando nadie conocía internet, Luis Martín Cabiedes (Madrid, 1960) ya había invertido en varias tecnológicas y escribía correos electrónicos. Corría el año 1992 y Luis trabaja como consejero delegado de Europa Press, la empresa familiar. Su padre le dejó hacer y, después de invertir en Olé, conocido como el Yahoo! español, y que se vendiera a Telefónica por 3.000 millones de pesetas —18 millones de euros en aquella época—, sólo pudo decirle una cosa: “Hijo, ya vas buscando tu próximo Olé”.

Siempre viste con vaqueros azules y camisa blanca —aseguró que no había más colores en su armario—. A pesar de que no va muy a la moda, invirtió en uno de los principales portales de moda online a principios de siglo, Privalia, que se vendió diez años más tarde a la Vente Privée por 500 millones de euros. Fue considerada la operación más importante en el sector del ecommerce en aquella época.

Gestiona con su hermano Cabiedes & Partners, donde invierten en start-up españolas del mundo de internet dedicadas al consumidor final. Entre ellas, destacan Blablacar, Trovit, Kantox, Wearknitters, Deporvillage, Cocunat, Wetaca o Indexa Capital. Su manera de invertir no es habitual, invierte cuando nadie lo hace y viceversa. Si se produce otro récord de inversión de capital riesgo, él lo interpreta como señal de baja rentabilidad. Mantiene una filosofía Value dentro del venture capital —atípico en el sector—, y considera que la start-up actual a menudo vive de sus inversores y no se preocupa por el valor de su negocio, sino por su precio.

Su trayectoria profesional también está fuera del radar. Comenzó a trabajar como repartidor de libros e hizo algunos proyectos como fotoperiodista en el mundo del deporte. Después de licenciarse en Filosofía, realizar un MBA del IESE Business School y conseguir el CFA Charter, dirigió Europa Press durante 12 años.

—Tu trayectoria profesional es muy particular. Una vez que entras en el sector financiero, ¿qué mitos desmontarías?

—Estudié Filosofía porque creía que era lo más conveniente en mi formación. Después de licenciarme, me fui al IESE —en aquella época permitían el acceso sin experiencia—, y después de trabajar en el área de marketing en varias multinacionales, me incorporé a Europa Press. Tuve la gran suerte de estar en el primer sector arrasado con la llegada de internet, los medios de comunicación. Sólo cabían dos opciones: aprovechar la oportunidad o dejarte llevar por la crisis. Durante los 90, apostamos por internet. Fuimos los primeros en vender a Yahoo!, Google o a Telefónica cuando lanzó Infovía. Al final de la década, yo estaba acostumbrado a que llegara el cliente y comprara nuestras noticias, pero comenzaron a llegar unos tipos —después los llamarían emprendedores— que decían: “Yo quiero tus noticias y además tu dinero para hacer algo nuevo en Internet”. No tenían nada que ofrecerme, salvo las acciones de la compañía. Y ahí es cuando empecé a ver proyectos que tenían mucho sentido y futuro. Estuvimos en 15 o 20 proyectos hasta que dimos con Olé. Cuando Telefónica la compra, ganamos en esa operación más que todos los beneficios que había dado Europa Press en las últimas décadas.

—Sólo inviertes en startups que nacen en Madrid y Barcelona, donde se concentra la actividad en España. ¿Por qué limitarse a dos ciudades o a un país en concreto?

—Por dos razones. Por un lado, por la eficacia. Hemos realizado 140 inversiones, con 40 o 50 start-up en funcionamiento. Distribuyo mi semana entre Madrid y Barcelona, y el trabajo tiene un límite. Por otro lado, y esta razón es mucho más importante, es necesario conocer muy bien el contexto y el mercado en el que inviertes. Cuando llega alguien de fuera que no conoces de nada para contarte un negocio que no existe y en un mercado que no dominas, no sé evaluar la situación. Yo no sé cuál es el presupuesto de marketing en una compañía en Méjico, ni cuánto cuesta la publicidad en pesos o un ingeniero en ese país. Tampoco conozco a sus competidores. Si alguien en Barcelona me cuenta el mismo proyecto, seguramente conozca a cinco personas de diferentes empresas que han trabajado con ese emprendedor. Conozco el mercado, cuánto cuestan los profesionales o cuáles son los competidores. Para saber qué caballo eliges hay que conocerlos todos. Es raro que se cree un proyecto de Fintech en España y no me entere. En Méjico se me escaparía todo.

—Eres inversor del gestor automatizo Indexa. ¿Qué papel están jugando los roboadvisors en el sector?

—Si lo analizas bien, las finanzas se parecen mucho al sector de los medios: es un sector que vive de la información y del intercambio de esta. En España no hay gestión pasiva, pero su crecimiento es imparable por muy partidario que seas de la gestión activa. En este sentido, no hay dos formas de gestión —pasiva o activa—, sino una sola en la que hay un porcentaje pasivo y otro activo. Y no puedes hacerlo de otra manera.

—En una entrevista comentaste que un inversor no es un emprendedor: “Cada cual tiene que dedicarse a lo suyo y no pueden ir dando lecciones; lo mejor que puede hacer un inversor es estar callado y dejar hacer”. ¿Cuándo debe abrir la boca?

—En la Fórmula 1, una de las primeras leyes que hay que saber es que el piloto conduce sin asistencia. Si el de “boxes” considera que conduce mejor que el piloto, que se suba al coche y se juegue la vida en las curvas.

Si, como inversor, crees que gestionas la empresa mejor que el emprendedor, ¿por qué no la llevas tú? No tiene sentido indicarle continuamente lo que tiene que hacer. ¿Qué podemos decir entonces desde “boxes”? Primero, la información sobre la competencia. El piloto no puede ir mirando atrás para ver cómo van los otros pilotos. Segundo, la información del entorno, de la meteorología, por ejemplo. El piloto tampoco puede estar mirando el cielo mientras corre. Y, por último, indicarle si tiene un problema. Al emprendedor puedo decirle cómo va su competencia o cuál es la situación del sector, pero hay que dejarle conducir. Hay muchísimo inversor aficionado que pretende ser emprendedor y eso es un desastre.

—En otra entrevista, dijiste que “vivir con un porcentaje de fallos muy grande es muy malo para la autoestima, pero muy bueno para la cartera”. Según tu experiencia, el 80% de las compañías en las que inviertes no dan rentabilidad. ¿Cómo se gestiona el fracaso?

—La primera vez que fracasas no se lo dices a nadie. La tercera vez que te pasa, tampoco, pero ya ves un patrón. El porcentaje de supervivencia de las empresas de cierto riesgo más allá de cinco años es del 20%. La regla del 80/20 nos dice que cuando inviertes en diez compañías, sólo dos salen bien. Ahora bien, la rentabilidad de esas dos tiene que ser lo suficientemente alta como para sufragar las otras ocho.

Abrir entrevista completa